Vos lo creíste, yo lo creí… hasta que nos encontramos. De frente. Cara a cara.
Y allí por un largo tiempo (esa fugacidad de un instante) nos contemplamos en silencio. Lo sabíamos. No había lugar para las palabras.
Un letárgico suspiro sería la fidedigna señal del fin. Pero mientras tanto debíamos resistir, no debíamos cerrar los ojos. Pero sólo había un detalle: quizá nunca los tuvimos abiertos.
lunes, marzo 29, 2010
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7 comentarios:
Ciegos y mudos: así son los instantes del amor a veces.
Genial. Cuando la vida cabe en un par de párrafos. Nada, algo, todo. La vida misma. Ni más ni menos.
La fugacidad siempre te deja la estela de la incertidumbre. Siempre.
Saludos, Alejandro.
José Roberto Coppola
Esa última frase... esa lo resume todo...
Besets.
El autoengaño es en ocasiones la válvula que nos alimenta la ilusión en el momento que todo parace imposible. Pero hay que ser consecuentes que al despertar a la realidad, el golpe de emociones rotas puede ser muy, muy fuerte.
Un abraciño,
Rosa María
pinto el amor y el desangaño entre tanta filsofia?
muy bueno y real
Sólo te veo mirarme cuando no te veo.
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