Filosofándonos

"Si es necesario filosofar, es necesario filosofar. Si no es necesario filosofar, de todos modos es necesario filosofar, porque sólo filosonfando se puede demostrar la necesidad de prescindir de la filosofía". Agustín de Hipona.

jueves, junio 07, 2007

Cuando la apariencia lo es todo

Cada ámbito o contexto en el cual nos hallamos, nos “exige” que seamos de una determinada manera, y en la mayoría de los casos esa exigencia, que podríamos llamar de “actitud”, también debe acompañarse por una exigencia de “apariencia”.

Siguiendo esta línea argumentativa podemos decir que esta exigencia de apariencia es la que nos viste, nos hacer usar determinadas marcas, ir a determinados lugares, etc. Y por supuesto que sí, también se dan los casos en los que esta “exigencia de apariencia” no es más que un simple “modo de vida”, que para quien así lo vive no hay nada de “exigente”. Más de uno conocemos a este tipo de personas, que no ven nada de “malo” en su “estilo de vida”.

Supongo que la apariencia en cierto punto es casi inevitable; a un trabajo por lo general no se puede ir como uno quiere y hacer lo que queramos; incluso el uso de la tecnología no es tan fácil de soslayar en este tipo de contextos.

El problema creo que aparece cuando contextos o ámbitos “no exigentes” comienzan a serlos; cuando empieza a importar la marca y el precio, y no la comodidad y el gusto que uno tiene.

Pero hay otro problema aún más grave: ya no cuando nos exigen, sino cuando nosotros mismos nos exigimos, con la creencia (por supuesto, ampliamente sustentada por diversos ámbitos sociales) de que si no tenemos tal o cual cosa, o si no somos de tal o cual manera, nos excluirán, no nos “valorarán”. Claro está que prácticamente nadie admitirá que es de esa manera sólo para pertenecer o sentirse incluido. Pero quizá baste reflexionar sobre lo que uno quiere y para qué.

La apariencia no es “mala”, quizá mientras haya una “esencia” debajo, mientras podamos hallar a alguien detrás de esa ropa de moda o de la tecnología de avanzada.

Esa “esencia” a la que me refiero no es otra que aquella que nos hace saber que somos algo más que lo que vestimos, usamos, compramos, etc.

¿Cuántos se animarían a despojarse de sus “estilos de vida”, de todos sus superfluos ornamentos? Lo ideal sería que todos, y que todos seamos aceptados, incluso -y quizá principalmente-, por nosotros mismos, por lo que somos y no por lo que tenemos.