He estado ojeando algunos libros que me han acompañado en mi adolescencia, releyendo aquellos párrafos con tanto entusiasmo subrayados, ante el deslumbrante asombro de la majestuosidad expresiva del autor, más allá de lo verdadero, más allá de lo real.
Por unos instantes me retrotraje a aquellos momentos de la plácida lectura e incluso a esos atónitos puntos finales de los libros, que inmersos aún en ese mundo nos preguntamos desconcertados: “¿ya acabo?”.
Pero en la nostalgia también se hizo latente otro hecho: lo efímero de ese deleite. Y no es que no quede ningún recuerdo, sino que justamente lo que queda es un recuerdo, y un recuerdo es una inmortalización de lo acontecido mismo, lo acontecido ya pertenece al pasado.
Pero no es un pasado al que no se puede acceder, todo lo contrario, es un pasado vivo que nos espera; sólo es cuestión de tomar esos libros nuevamente, y comenzar el viaje…
Resulta paradójico que a veces una manera de volver es no dejar de ir yendo, que a veces una manera de conservar es seguir descubriendo; quizá lo mejor es que nada sea eterno, así de algún modo el sentido es todavía mayor.
lunes, noviembre 26, 2007
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2 comentarios:
A mí también me sucede eso de volver hacia antiguas lecturas; recordandla sorpresa y cierta nostalgia por el hecho de que un texto haya terminado. Pero se puede ir volviendo...O se puede volver yendo siempre...Esas paradojas me resultan tan cierts como simpáticas. Y me gusta poder vincularme con ellas. Un abrazo.
Si todo fuera eterno perdería su valor...
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