Es por muchos conocida aquella sentencia que sostiene que el tiempo perdido no se recupera, y yo ampliaría (o la haría más explícita, según desde dónde se lo vea) diciendo que todo aquello que se halla en el pasado lentamente se hunde y desaparece en las arenas movedizas del tiempo.
Ahora bien, no todo lo que es pasado, es decir, no todo lo que por su calidad de ya haber pasado se pierde de manera completa e inexorable. Casi siempre queda algún vestigio, alguna huella, y a partir de allí pareciera ser posible “conservar” algo de ese pasado.
Acá creo que sería lícito hacer algunas distinciones en cuando a esto que se “conserva”. Para no extenderme demasiado simplemente estableceré dos distinciones: una, que podríamos llamar huellas o vestigios tangibles, y otra, que la podríamos denominar huellas o vestigios intangibles. Entonces se nos sería posible conservar algo de ese pasado, aunque la duración de esta conservación no sea perpetua.
Con tangible se quiere referir justamente a todo aquello que de alguna manera es algo material, como, p. ej., pueden ser los libros. Y con intangible se estaría haciendo referencia a un tipo de conservación cuyos soportes pueden ser, p. ej., la palabra (lo que se suele llamar transmisión oral), o bien, el recuerdo, tanto individual como compartido.
Pero a pesar de estas posibilidades que tenemos para conservar el pasado no todo resulta tan sencillo. Son muchos los instantes que indefectiblemente se pierden (y el tiempo presente quizá no sea más que el transcurso de efímeros instantes).
Es como si fuera que lo único que podemos conservar del pasado no son más que borrosos fragmentos cuyos pequeños detalles siempre se nos escurrirán.
Un ejemplo más o menos concreto podrían ser estas palabras que estoy escribiendo, cuando haya pasado el tiempo y alguien o yo mismo las vuelva a leer, se las podrá tomar como una huella o vestigio de este hoy, de este ahora; pero muchos pequeños detalles no podrán ser conservados, y los que los puedan ser quizá no sean del todo relevantes, como tal vez lo puedan ser en este momento.
Hoy pasará a ser un día perdido (confundido, no del todo distinguible) en el pasado. Quizá, más adelante, recuerde cuándo escribí estas palabras, pero sin duda lo voy a hacer de una manera un poco vaga o muy general, y que por ser justamente general se han de perder esos pequeños detalles, o bien, quizá no tenga demasiada importancia.
Sino fijémonos en lo que está sucediendo ahora, ustedes están leyendo estas palabras pero no todo resulta relevante, como puede ser que hoy sea un día jueves 9 de febrero y el reloj marque las 10 hs (si es a.m. o p.m. no creo que lo van a poder saber, como así tampoco van a poder saber de qué es el sonido que viene desde afuera de esta habitación, etc.-ni lo que encierra este “etc.”-).
Y como sucede en este caso, sucede en prácticamente todos. Por lo que ni aun estas palabras podrán escapar al paso del tiempo, bueno, mejor dicho, las huellas o vestigios que aunque de manera fragmentaria ellas hoy pretenden aquí dejar.
miércoles, marzo 29, 2006
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6 comentarios:
Alejandro, me has hecho pensar desde la óptica de los procesos mentales básicos. Todo es cuestión de la ATENCION que se le preste a los hechos para que pasen a formar parte de la MEMORIA, las huellas intangibles por excelencia...una de las formas de conservar un poco de tiempo cotidiano aunque de modo vago, como afirmás, siempre es un acercamiento bastante fino.
Saludos!
supongamos que nos detenemos en filosofiar demasiado (demasiado) sobre el pasado.
(y aún sabiendo de la recurrencia de la filosofía.)
no estaríamos cegados de presente?
sí. sé que es un concepto muy básico y demasiado obvio.
no me rompí los sesos buscándolo.
pero creo en eso.
del mismo modo no hay que dedicarle tiempo al futuro.
(en mi manera de pensar).
en fin.
lo leí.
es 30 de marzo.
estoy a punto a irme de cambiar de carrera en la universidad.
y son las 8 de la mañana, (casi casi).
un abrazo
Lo que no ha dejado nunca de sorprenderme es que los recuerdos negativos, dolorosos, parecen más nítidos, parecen recordarse con más intensidad, y por eso al mirar atrás a veces sólo recordamos lo malo, porque parece que pese más que lo positivo.
Hay una explicación científica al respecto que no hace mucho me contó una amigo, y que parece que se puede modificar con el refuerzo personal para tratar de impregnarnos más de lo positivo.
De una manera u otra una vez el tiempo pasa y los acontecimientos se dejan atrás, ya forman parte exclusivamente de la memoria...
Estrellada: un acercamiento bastante fino y además frágil, dado que que algo se encuentre en la memoria no significa que de la misma manera se conservará.
Saludos
Zippo: el presente, para que filosofemos un poco, es prácticamente un efímero instante, luego del cual todo es pasado. Sino prestá atención a lo que está sucediendo ahora: cada palabra que lees es el presente, pero la que acabás de dejar de leer ya es pasado; es decir, el presente no tiene prácticamente duración (es una especie de no-duración incesante). Y te digo más: pareciera que existimo más en el pasado y en el futuro que en el presente.
Saludos, desde un 5 de abril a las 11:32 p.m.
Azazel: bueno, justamente el tema está allí, en lo que esas huellas (tangibles o intangibles) pueden conservar.
Saludos
Isthar: sin duda que todo forma parte de la memoria, o por lo menos, algo siempre queda; el problema está en que pareciera que es muchísimo más lo que perdemos que lo que podemos conservar.
Saludos
Alejandro
mientras te leo es presente,lo que para tí ya es pasado, pero el hoy es un ahora de infinidad absoluta.
como las huellas. las huellas infinitas. del hombre. del dios.
del universo. h.c.llobet.
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